Cuando era estudiante de la licenciatura
en psicología educativa, realicé mis prácticas profesionales en una escuela
primaria rural en la que trabajaba con los chicos de 6º grado un proyecto (cuyo
nombre exacto no recuerdo) pero que se relacionaba con “Plan de vida”.
En ese tiempo, la mayoría de mis
trabajos los hacía en conjunto con una amiga entrañable (excelente psicóloga,
por cierto), huelga decir que éramos compañeras de prácticas.
En una ocasión, nuestro asesor nos
hizo una pregunta que me persigue hasta ahora cada vez que me enfrento a una
demanda de mis funciones: “¿y de quién es
la necesidad? ¿de los niños o de ustedes?”
Obviamente en ese entonces
nosotras teníamos más que claro que los niños necesitaban trabajar proyecto de
vida porque no salían de su cantinela de irse para los Estados Unidos una vez
que salieran de la primaria, o en el mejor de los casos, de la secundaria.
No obstante, ahora la cosa es
distinta, y las preguntas son peores: ¿de verdad yo tengo la autoridad para
decidir qué necesita un chico y qué no? Si van mal en la escuela, tienen
problemas de conducta, tienen vínculos afectivos débiles en el hogar, viven en situación
de pobreza: ¿por dónde empezar a atender? y ¿desde dónde? Las intervenciones
que planteo: ¿obedecen a las necesidades del otro, o a mis necesidades (como
por ejemplo cubrir mis intereses profesionales, o atender un pleito emocional
propio que procuro esconder de mí misma)?
Viéndolo 7 años después, la
pregunta no era tan sencilla como la entendí en ese entonces… y aún ahora sigue
sin serlo…
Con este problema existencial por
delante, aprovecho este espacio para invitar a los actuales estudiantes de
psicología educativa de la UAQ (Universidad Autónoma de Querétaro) a que me ayuden a resolverlo contando sus
propias experiencias dentro de sus prácticas profesionales, a ver si entre
todos logramos consensar cuáles son las funciones de los psicólogos educativos
y cómo (carambas) saber si lo que enunciamos como necesidad del otro realmente
lo es…
Después de pelearse un rato con el blog, mi amiga Marisol decidió enviarme su comentario. Es un gusto para mí compartirlo aquí:
ResponderEliminar"El nombre del proyecto era larguísimo, podría recordarlo, pero a estas alturas qué importa, qué afán el nuestro. Lo cierto es que nos esforzamos por hacer que todo cupiera en el título, quizás habíamos aprendido bien, basta recordar el nombre de una materia, que por supuesto, parecía interminable.
Las preguntas me siguen persiguiendo y no son pocas; me parece muy atinada la pregunta inicial y me gusta que la hagas tú (sé que eres profesional Ana). Abres un espacio de reflexión que no deja de ser necesario, ni siquiera 7 años después. Es precisamente reflexionando que el quehacer profesional cobra sentido.
Mis respuestas existenciales han llegado en momentos inoportunos, mientras trabajo y tomo café, no sin dejar de darle vueltas a las preguntas que me acechan.
En cambio, sí puedo precisar que a diferencia de otros profesionales de la educación, los psicólogos educativos cuentan con herramientas suficientes para reflexionar, analizar y cuestionar lo que se ponga sobre la mesa, en pro del bienestar (bio-psico-social) del otro (individuo) con el que se está trabajando.
Claro que todavía queda mucho que decir...
También vale decir, que mi aprecio por ti no cambia, después de 7 años. Sé que disfrutas ser psicóloga y a mi me ha encantado colega querida."