domingo, 30 de septiembre de 2012

Psicólogos educativos en acción

Chico lindo: "Mmm... y tú ¿Estudias o trabajas?"
Chica linda: "Estudio"
Chico lindo: "Mmm... bueno... y... ¿qué estudias?"
Chica linda:  "Psicología" (sonrisa de oreja a oreja)
Chico (¿lindo?): ¿En serio? Bueno, pero no me estás psi-coa-na-li-zan-do ahora, ¿verdad? (nervioso) Oye, ¿y tienes consultorio? ¿y le ayudas a la gente a resolver sus problemas? (ya no tan nervioso) Es que fíjate que tengo un conocido que como que tiene depresión, y pues mira, te cuento...
Chica linda: Ah, pero es que yo estudio psicología educativa...
Chico: (con cara de -dalomismo- ¿no?) Ah...sí mira, te decía, yo creo que tiene depresión porque...

Dudo que haya un sólo colega que no haya pasado por algo parecido: ya sea estudiantes, licenciados o posgraduados, los psicólogos somos comúnmente abordados para ofrecernos puestos de adivinos (por la bola de cristal que aparentemente tenemos integrada en los globos oculares); consejeros espirituales (porque seguro contamos con acervos ilimitados de indicaciones para todo tipo de situaciones: desde cómo hacer que un bebé deje de llorar, hasta cómo superar separaciones sin sufrir dolor alguno); etc., todo esto por supuesto con un "gracias, ya lo sabía" de propina o alguna otra lindeza por el estilo...

No sé si haya algún remedio definitivo para alejar de nosotros este tipo de demandas; pero sí creo que si divulgamos lo que hacemos, además de dar a conocer todas las gracias con las que contamos (digo, aparte del ojo clínico que nos hace tremendamente atractivos y cuasi-chamanes) posiblemente podremos diversificar las peticiones de la gente.
Con esta idea en la cabeza (y antes de que se diluya como le ha pasado a otras parecidas) se me ha ocurrido que este es un buen espacio para presumir algunas de las experiencias en las que participamos los psicólogos educativos, y bueno, pues heme aquí...